¡Toc! ¡Toc! ¡Toc!
P - ¿Quién es??
¡Toc! ¡Toc! ¡Toc!
P- Que ¿quién es?
HM - Muy buenas Pepo, pasaba por aquí y me dije “¿Qué hago? ¿visito o no visito al Ratoncito Pepo?”, y aquí estaba pensando cuando he pulsado el timbre, pero sin querer pulsarlo ...
P - ¡¡Hombre mitad!! ¡¿Qué tal?, ¡¡cuánto tiempo!! Ya echaba yo de menos tus medias decisiones y tus medias preguntas y tus medias respuestas.
El hombre mitad nunca estaba seguro de nada, siempre todo le parecía bien y mal, y nunca sabía cómo decidir cuando tenía dos opciones por delante, nunca sabía por cuál decantarse. Y, si le dejabas pensar, entraba en un estado de pensamiento profundo, sonaba un zumbido (¡¡Szszszszszsz!!), se quedaba bloqueado y había que darle un toquecito (suave) en el hombro para que volviera a reaccionar, porque si no era muy peligroso... Eso lo sabía muy bien el Ratoncito Pepo, que siempre respondía rápidamente para que al hombre mitad no le diera el "chan", que era como llamaba Pepo a ese estado "duda" del Hombre Mitad.
P - ¿Te apetece tomar algo, un café?
HM - Pues sí, me apetece tomar algo, ¿tienes algo más?
P - Sí claro, también tengo té.
HM - Café o té... (!!!!!)
P- Noooo , no tengo té, perdona, solo tengo café, el té se acabó (¡ufff!) - dijo rápidamente el Ratoncito Pepo, temiendo que al Hombre Mitad, le diera el chan, se pusiese a temblar y terminase por explotarle la cabeza y llenase todo de dudas. Las dudas del Hombre Mitad eran muy asquerosas, parecían mocos y dejaban todo perdido, era como un estornudo de hipopótamo; pero como si antes hubiese comido lentejas. Por eso nadie quería que el Hombre Mitad entrase en un chan, y sobre todo, había que darle un toquecito antes de que explotase, si no, podías pasarte dos o tres horas limpiando.
HM - ¡Oh, vale, tomaré un café entonces! Ya sabes cómo me gusta, mitad caliente, mitad frío.
P - Si, si, por supuesto, y ¿cuánta azúcar?
HM - Solo dos medios terrones de azúcar
P - Vale, pero ¿no es lo mismo un solo terrón entero que dos medios terrones?
HM – Pues... (!!!!!)
P - Vale vale vale vale, te pondré dos medios terrones, mira, los tengo aquí ya apartados ... (ufff, otra vez, tengo
que cuidar más lo que digo, estoy desentrenado después de tanto tiempo de ver al hombre mitad).
El Ratoncito Pepo se marchó a la cocina y dejó al Hombre Mitad en el salón. “Estás en tu casa, siéntate donde quieras” y el Hombre Mitad se quedó pensativo mirando unas sillas muy chulas que había en la mesa y la comodidad del sofá. "¿Sillas o sofá?” y... (!!!!!!!!!!!). El Ratoncito Pepo estaba preparando el café y las cucharillas, cuando de repente empezó a escuchar un zumbido... “¡Oh no!” y salió corriendo hasta el salón a toda velocidad temiendo llegar tarde, atravesó también a toda velocidad el pasillo, giró a la izquierda en el salón y vio que ya estaba el hombre mitad con la cabeza un poco abierta y estaban saliendo algunas dudas, las que salen las primeras y flotan, justo antes de que exploten todas las demás. “¡¿Qué estás pensando, Hombre Mitad?! ¡¡Corre, dime dime!!” decía mientras movía al Hombre Mitad por los hombros. El Hombre Mitad, ya casi bloqueado le dijo con mucha dificultad: “Siii...llaaaaa... ooooo... sooooo... fáaaaa...”. “¡¡Sofá sofá, claro!! ¡¡Es mucho más cómodo y tiene más cerca la mesa del café!! ¡¡Sofá, elige sofá...!!”.
P - ¿Quién es??
¡Toc! ¡Toc! ¡Toc!
P- Que ¿quién es?
HM - Muy buenas Pepo, pasaba por aquí y me dije “¿Qué hago? ¿visito o no visito al Ratoncito Pepo?”, y aquí estaba pensando cuando he pulsado el timbre, pero sin querer pulsarlo ...
P - ¡¡Hombre mitad!! ¡¿Qué tal?, ¡¡cuánto tiempo!! Ya echaba yo de menos tus medias decisiones y tus medias preguntas y tus medias respuestas.
El hombre mitad nunca estaba seguro de nada, siempre todo le parecía bien y mal, y nunca sabía cómo decidir cuando tenía dos opciones por delante, nunca sabía por cuál decantarse. Y, si le dejabas pensar, entraba en un estado de pensamiento profundo, sonaba un zumbido (¡¡Szszszszszsz!!), se quedaba bloqueado y había que darle un toquecito (suave) en el hombro para que volviera a reaccionar, porque si no era muy peligroso... Eso lo sabía muy bien el Ratoncito Pepo, que siempre respondía rápidamente para que al hombre mitad no le diera el "chan", que era como llamaba Pepo a ese estado "duda" del Hombre Mitad.
P - ¿Te apetece tomar algo, un café?
HM - Pues sí, me apetece tomar algo, ¿tienes algo más?
P - Sí claro, también tengo té.
HM - Café o té... (!!!!!)
P- Noooo , no tengo té, perdona, solo tengo café, el té se acabó (¡ufff!) - dijo rápidamente el Ratoncito Pepo, temiendo que al Hombre Mitad, le diera el chan, se pusiese a temblar y terminase por explotarle la cabeza y llenase todo de dudas. Las dudas del Hombre Mitad eran muy asquerosas, parecían mocos y dejaban todo perdido, era como un estornudo de hipopótamo; pero como si antes hubiese comido lentejas. Por eso nadie quería que el Hombre Mitad entrase en un chan, y sobre todo, había que darle un toquecito antes de que explotase, si no, podías pasarte dos o tres horas limpiando.
HM - ¡Oh, vale, tomaré un café entonces! Ya sabes cómo me gusta, mitad caliente, mitad frío.
P - Si, si, por supuesto, y ¿cuánta azúcar?
HM - Solo dos medios terrones de azúcar
P - Vale, pero ¿no es lo mismo un solo terrón entero que dos medios terrones?
HM – Pues... (!!!!!)
P - Vale vale vale vale, te pondré dos medios terrones, mira, los tengo aquí ya apartados ... (ufff, otra vez, tengo
que cuidar más lo que digo, estoy desentrenado después de tanto tiempo de ver al hombre mitad).
El Ratoncito Pepo se marchó a la cocina y dejó al Hombre Mitad en el salón. “Estás en tu casa, siéntate donde quieras” y el Hombre Mitad se quedó pensativo mirando unas sillas muy chulas que había en la mesa y la comodidad del sofá. "¿Sillas o sofá?” y... (!!!!!!!!!!!). El Ratoncito Pepo estaba preparando el café y las cucharillas, cuando de repente empezó a escuchar un zumbido... “¡Oh no!” y salió corriendo hasta el salón a toda velocidad temiendo llegar tarde, atravesó también a toda velocidad el pasillo, giró a la izquierda en el salón y vio que ya estaba el hombre mitad con la cabeza un poco abierta y estaban saliendo algunas dudas, las que salen las primeras y flotan, justo antes de que exploten todas las demás. “¡¿Qué estás pensando, Hombre Mitad?! ¡¡Corre, dime dime!!” decía mientras movía al Hombre Mitad por los hombros. El Hombre Mitad, ya casi bloqueado le dijo con mucha dificultad: “Siii...llaaaaa... ooooo... sooooo... fáaaaa...”. “¡¡Sofá sofá, claro!! ¡¡Es mucho más cómodo y tiene más cerca la mesa del café!! ¡¡Sofá, elige sofá...!!”.
“Vale vale, me siento en el sofá” dijo, mientras se sentaba y se le iba
cerrando la cabeza y volvían a entrar las dudas. El Ratoncito Pepo, respiró
tranquilo, aunque se habían quedado todas pringosas la tele, y una cortina y
veía como algunas dudas del Hombre Mitad, las "mediodudas", empezaban
a revolotear y salían por la ventana.. “¡Hala, hala..! ¡Todas fuera! ¡Venga,
venga...!” decía mientras movía las manos haciendo aires para que las
mediodudas se disolvieran. “Debo tener mucho cuidado, no me puedo despistar...”
pensó el Ratoncito Pepo mientras se volvía a la cocina a por el café.
P – Bueno... ¿Y qué tal todo? ¿Cómo están tus medios hijos y tu media mujer?
HM - Todos medio bien, Pepo, como siempre. Ya sabes como son los niños, ni buenos ni malos, y se portan bien y mal, como todos los niños de su edad y los que no lo son.
P – Ya, ya... -decía el Ratoncito Pepo, pensando que nunca se enteraba de nada de lo que decía el Hombre Mitad, y que tenía que hacer un esfuerzo por no preguntar nada que tuviera más de una respuesta para evitar el
chan, y era muy muy cansado, y las conversaciones eran muy lentas y se hacían eternas.
P – Bueno... ¿y cómo te va en tu medio trabajo?
HM - Tú sabes Pepo..., ni bien ni mal. A veces trabajo mucho y otras veces trabajo poco, unas veces me gusta trabajar y otras no, y sobre todo, me cuesta mucho por las mañanas levantarme; pero me encanta levantarme por las mañanas, porque mi trabajo es muy divertido; pero me aburro mucho trabajando.
P - “¡¡Ayyy!!” pensaba el Ratoncito Pepo intentando buscar cosas que no permitieran la duda; pero que cada vez le costaban más y hasta él mismo dudaba qué preguntar.
P - ¿Has vuelto a coger la bicicleta?
HM - Si, pero no. Me gusta mucho la bicicleta porque es muy divertida; pero no me gusta porque es muy peligrosa, me puedo caer y hacerme daño, o me puedo caer y no hacerme daño, o no me puedo caer y entonces no es peligrosa, pero entonces me canso, aunque no me canso porque voy en bici...
Cuatro horas y tres cafés después, sin apenas hablar, el Ratoncito Pepo estaba ya muy cansado y tenía ganas de irse a dormir, así que dijo: “Bueno, Hombre Mitad, ya es tarde, y tengo que descansar para mañana. ¿Tú no tienes que irte, no tienes prisa...?”
HM - Pues ni si ni no, la verdad es que tengo un poco de prisa, pero no tengo prisa...
P – Grrrrr. ¡A ver..! ¿Tienes o no tienes prisa? Intenta pensar un poco.
P – Bueno... ¿Y qué tal todo? ¿Cómo están tus medios hijos y tu media mujer?
HM - Todos medio bien, Pepo, como siempre. Ya sabes como son los niños, ni buenos ni malos, y se portan bien y mal, como todos los niños de su edad y los que no lo son.
P – Ya, ya... -decía el Ratoncito Pepo, pensando que nunca se enteraba de nada de lo que decía el Hombre Mitad, y que tenía que hacer un esfuerzo por no preguntar nada que tuviera más de una respuesta para evitar el
chan, y era muy muy cansado, y las conversaciones eran muy lentas y se hacían eternas.
P – Bueno... ¿y cómo te va en tu medio trabajo?
HM - Tú sabes Pepo..., ni bien ni mal. A veces trabajo mucho y otras veces trabajo poco, unas veces me gusta trabajar y otras no, y sobre todo, me cuesta mucho por las mañanas levantarme; pero me encanta levantarme por las mañanas, porque mi trabajo es muy divertido; pero me aburro mucho trabajando.
P - “¡¡Ayyy!!” pensaba el Ratoncito Pepo intentando buscar cosas que no permitieran la duda; pero que cada vez le costaban más y hasta él mismo dudaba qué preguntar.
P - ¿Has vuelto a coger la bicicleta?
HM - Si, pero no. Me gusta mucho la bicicleta porque es muy divertida; pero no me gusta porque es muy peligrosa, me puedo caer y hacerme daño, o me puedo caer y no hacerme daño, o no me puedo caer y entonces no es peligrosa, pero entonces me canso, aunque no me canso porque voy en bici...
Cuatro horas y tres cafés después, sin apenas hablar, el Ratoncito Pepo estaba ya muy cansado y tenía ganas de irse a dormir, así que dijo: “Bueno, Hombre Mitad, ya es tarde, y tengo que descansar para mañana. ¿Tú no tienes que irte, no tienes prisa...?”
HM - Pues ni si ni no, la verdad es que tengo un poco de prisa, pero no tengo prisa...
P – Grrrrr. ¡A ver..! ¿Tienes o no tienes prisa? Intenta pensar un poco.
M - No, no tengo prisa, pero tengo un poco...
P - GRRRRR, ¿no te está esperando tu medio mujer? ¿No deberías ir a casa?

P – Buffff... Haciendo otras cosas, claro, pero tienes que irte ya ¿no?
HM - ¿Irme? ¿A dónde? -dijo el Hombre Mitad, casi sin dudar- ¿A la calle?
P - Pues a la calle o a tu casa.
HM - ¿A casa? ¿A la calle ? (!!!!!) El Ratoncito Pepo estaba tan agotado y tenía la mente tan liada que ya no sabía qué decir y estaba contagiado de las dudas del Hombre Mitad.
P - Vete a casa, o no, vete a la calle, no sé...
(!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!)
Ya
había medias dudas revoloteando alrededor del hombre mitad y ya le salían dudas
de la nariz, de la oreja, del cogote ....
P - ¡¡Oh no!! ¡Para, para, no pienses, mejor vete a casa, o a la calle, porque para ir a casa antes tienes que ir a la calle... ¡Mecachis! ¡Ya no sé lo que digo, me estoy liando! Estate quieto, deja de temblar que me vas a dejar el salón hecho un asco. ¡Espera, espera... que ahora lo decidimos!
HM - (¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡!!!!!!!!!!)
P - ¡Ohhhhh..., es tarde! decía el Ratoncito Pepo mientras se escondía detrás del sofá lo más rápido que pudo y se tapaba las orejas ....
HM – BOOOOOOOOOMMMMMMMMMMMMMMMM. El Hombre Mitad reventó en millones de dudas verdes, asquerosas y pegajosas que dejaron todo lleno de verde duda: las paredes, el suelo, el techo, los muebles. El Ratoncito Pepo no quería mirarse, porque estaba seguro de que... un poquito se habría llenado. Así que avanzó despacito hasta el espejo del pasillo y se asomó... y se vio verde como un rana, con una capa de dudas por todo el pelo y la espalda, como si una ballena le hubiera utilizado de pañuelo y se hubiese sonado los mocos con él. ¡Aggggggg, qué asco!
HM - ¡Perdón!, dijo, limpiándose la cabeza y cerrándose los agujeros que se habían abierto para explotar.
HM - Bueno Pepo, mira qué tarde se ha hecho, me tengo que ir, hasta luego...
P - ¡¡Cómo!! ¡¡Qué te tienes que ir!! ¡¿Ahora ya no tienes dudas?! ¡¡No,no,no!! ¡¡Te quedas a ayudarme a limpiar esto hombre, que mira como lo has dejado todo!! -gritó el Ratoncito Pepo desde el pasillo
HM - “Que me alegro de verte, otro día pasaré por aquí” dijo el Hombre Mitad que ya pasaba por la puerta y se marchó rápidamente mientras simulaba no escuchar al Ratoncito Pepo, que seguía gritando desde el pasillo pringado en el moco de las mediodudas, intentando quitárselas de encima.
P - ¡¡Pero será el tío asqueroso y rastrero!! ¡¡Míralo!! Se ha largao el tío puerco, y me deja aquí con las mierdadudas estas -decía mientras se escuchaba el murmullo de todas las dudas del hombre mitad que charlaban entre ellas, pegadas a todas las paredes y los muebles de la casa, y sobre todo, pegadas a la espalda del Ratoncito Pepo-.
Y así se quedó el Ratoncito Pepo, mosqueado, limpiando las mediodudas, echándolas fuera, con suavidad, porque si apretabas fuerte de las mediodudas salían dos y nunca se acababan de marchar. Y se decía a sí mismo que era la última vez que invitaba al Hombre Mitad a café, ¿o era a té? Grrrrr, encima se había contagiado de dudas y no se le irían hasta el día siguiente... ¡¡Vaya asco de día!! -gritó- y, muy a su pesar, siguió limpiando las mediodudas que no paraban de reír y juguetear.
P - ¡¡Oh no!! ¡Para, para, no pienses, mejor vete a casa, o a la calle, porque para ir a casa antes tienes que ir a la calle... ¡Mecachis! ¡Ya no sé lo que digo, me estoy liando! Estate quieto, deja de temblar que me vas a dejar el salón hecho un asco. ¡Espera, espera... que ahora lo decidimos!
HM - (¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡!!!!!!!!!!)
P - ¡Ohhhhh..., es tarde! decía el Ratoncito Pepo mientras se escondía detrás del sofá lo más rápido que pudo y se tapaba las orejas ....

HM – BOOOOOOOOOMMMMMMMMMMMMMMMM. El Hombre Mitad reventó en millones de dudas verdes, asquerosas y pegajosas que dejaron todo lleno de verde duda: las paredes, el suelo, el techo, los muebles. El Ratoncito Pepo no quería mirarse, porque estaba seguro de que... un poquito se habría llenado. Así que avanzó despacito hasta el espejo del pasillo y se asomó... y se vio verde como un rana, con una capa de dudas por todo el pelo y la espalda, como si una ballena le hubiera utilizado de pañuelo y se hubiese sonado los mocos con él. ¡Aggggggg, qué asco!
HM - ¡Perdón!, dijo, limpiándose la cabeza y cerrándose los agujeros que se habían abierto para explotar.
HM - Bueno Pepo, mira qué tarde se ha hecho, me tengo que ir, hasta luego...
P - ¡¡Cómo!! ¡¡Qué te tienes que ir!! ¡¿Ahora ya no tienes dudas?! ¡¡No,no,no!! ¡¡Te quedas a ayudarme a limpiar esto hombre, que mira como lo has dejado todo!! -gritó el Ratoncito Pepo desde el pasillo
HM - “Que me alegro de verte, otro día pasaré por aquí” dijo el Hombre Mitad que ya pasaba por la puerta y se marchó rápidamente mientras simulaba no escuchar al Ratoncito Pepo, que seguía gritando desde el pasillo pringado en el moco de las mediodudas, intentando quitárselas de encima.
P - ¡¡Pero será el tío asqueroso y rastrero!! ¡¡Míralo!! Se ha largao el tío puerco, y me deja aquí con las mierdadudas estas -decía mientras se escuchaba el murmullo de todas las dudas del hombre mitad que charlaban entre ellas, pegadas a todas las paredes y los muebles de la casa, y sobre todo, pegadas a la espalda del Ratoncito Pepo-.
Y así se quedó el Ratoncito Pepo, mosqueado, limpiando las mediodudas, echándolas fuera, con suavidad, porque si apretabas fuerte de las mediodudas salían dos y nunca se acababan de marchar. Y se decía a sí mismo que era la última vez que invitaba al Hombre Mitad a café, ¿o era a té? Grrrrr, encima se había contagiado de dudas y no se le irían hasta el día siguiente... ¡¡Vaya asco de día!! -gritó- y, muy a su pesar, siguió limpiando las mediodudas que no paraban de reír y juguetear.
Muy, muy divertido... ¡qué bueno sería ilustrarlo!. Caty
ResponderEliminar